El ser humano fue creado con un propósito: ser un "recipiente" para contener y expresar a Dios
Muchos se están dejando arrastrar por la creencia, contraria a toda evidencia, de que este universo existe por azar, sin ningún propósito ni sentido (es decir: ¡que es absurdo!). Y es cierto que si no hubiera Dios, así sería todo, incluidas nuestras vidas: un absurdo. ¡Pero hay Dios!, y ha revelado en la Biblia que Él ha creado el universo como un espacio de encuentro, ¡como el escenario para tener una relación viva y amorosa contigo y conmigo!
Dios se propuso crear al Ser Humano, al Género Humano (ese es el significado de la palabra hebrea ‘adam’), en la complementariedad de varón y mujer. Adán es el varón y la mujer juntos como una sola carne. Y se propuso hacerlo 'a su imagen y semejanza'. De la misma manera que un guante es diseñado 'conforme a la imagen y semejanza' de la mano que ha de contener, ¡el ser humano fue hecho como un recipiente para contener la Vida de Dios, para contener a Dios mismo!
Así, Dios nos diseñó con tres partes formando una unidad:
cuerpo, alma y espíritu:
“Entonces el SEÑOR Dios formó al hombre del polvo de la tierra (cuerpo), y sopló en su nariz aliento (espíritu) de vidas; y fue el hombre alma viviente"(Génesis 2:7)
“...el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser: espíritu, alma y cuerpo, sean guardados...” (1ª Tesalonicenses 5:23)
a) El cuerpo (‘basar’ en hebreo, ‘soma’ en griego), la parte más externa, es el órgano que nos vincula al mundo físico y visible, y nos permite relacionarnos y desenvolvernos en él. Está constituido por los sentidos físicos, los diferentes sistemas, aparatos y órganos biológicos, los instintos y pasiones naturales necesarios para la reproducción y supervivencia;
b) El ‘aliento’ o espíritu (‘neshamá’ y ‘ruaj’ en hebreo, ‘pneuma’ en griego), la parte más interna, es creado por el mismo Aliento de Dios, "el Padre de los espíritus", y con él es dada la vida. Es el órgano que nos capacita para la comunicación y comunión con Dios (el cual es Espíritu, es decir, de naturaleza espiritual, invisible); y nos capacita también para contenerlo a modo de vaso: tiene la forma de Dios, por eso ninguna otra cosa puede llenar el espíritu humano, por eso ninguna otra cosa puede satisfacernos plenamente, ¡estamos hechos para lo eterno! Su función básica es la conciencia, la voz de Dios en el interior del hombre aprobando el bien y condenando el mal. Pero en el texto hebreo original la expresión aparece en plural “aliento de vidas” (enseguida vemos esto);
c) El alma (‘nefesh’ en hebreo, ‘psijé’ en griego) resultó del contacto del espíritu con la materia, del ‘aliento de vidas’ insuflado en la nariz de la figura hecha con el polvo de la tierra. Es la personalidad del hombre, su carácter, el ‘yo’, dotado de mente (razón, memoria, imaginación…), emoción (sentimientos, afectos...) y voluntad (preferencias, intenciones, motivaciones, capacidad de elegir y decidir...). ¿Por qué, entonces, dice "aliento de vidas", en plural? El Nuevo Testamento, usando el rico vocabulario griego, nos muestra tres clases de ‘vida’:
la vida ‘bio’ (biológica),
la vida ‘psijé’ (vida psíquica, vida del alma),
y la vida ‘zoé’ (la Vida divina, eterna).
Dios insufló vida ‘biológica’ y ‘psíquica’ en Adán, pero además le fue dado un espíritu capaz de recibir la Vida ‘zoé’ al comer de "el fruto del árbol de la Vida".
Las primeras páginas de la biblia expresan este propósito del Creador simbolizado en el 'árbol de la vida' que colocó en el centro del jardín de Edén, invitando al Hombre a comer de él. Comer del 'árbol de la vida' significaba recibir la Vida divina (vida ‘zoé’) como vida propia para vivir por medio de ella.
El objetivo de crear al hombre con este diseño y ofrecerle la Vida divina era capacitarlo para señorear, gobernar, reinar sobre toda la Tierra en unión con Dios, en su Nombre, representándole, expresándole, conteniéndole. Y así
a) 'cultivar' el jardín de Edén: desarrollar la Tierra según los propósitos de Dios,
b) y 'guardarlo': protegerlo, defenderlo de la infiltración de ‘la serpiente’ -Satanás- y su Pecado de rebelión.
Para lo cual Dios se puso en el centro del jardín representado por el 'Árbol de la Vida', ofreciéndose para ser ‘comido’...
"Y plantó el Señor Dios un jardín en Edén, en el oriente, y puso allí al hombre que había formado. El Señor Dios hizo brotar de la tierra toda clase de árboles atractivos a la vista y buenos para comer; también en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Tomó, pues, el Señor Dios al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivase y lo guardase (...) Y el Señor Dios mandó al hombre diciendo: "Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, ciertamente morirás" (Génesis 2:8-17).
Al igual que el alimento que comemos y asimilamos nos da vida y nos constituye físicamente, Dios usa esta imagen para mostrarnos su deseo de habitar en nosotros, ser nuestra Vida, ser el elemento que constituye todo nuestro ser, para llenarnos y que su gloria sea expresada por medio de nosotros. Tal árbol es una figura de Cristo:
"Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna (el fruto), y esta vida está en su Hijo (el Árbol de la Vida). El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (1ª Carta de Juan 5:11-12).
“Comer” espiritualmente equivale a “creer”, “confiar”, “aceptar”, “recibir”. De este modo, al recibir al Hijo, el espíritu humano sería así habitado por Él, en una comunión de Vida y Amor, llenando desde allí el alma, y por medio del cuerpo, gobernar (reinar) sobre la creación entera:
"Entonces dijo Dios: 'Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y tenga dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo, el ganado, y en toda la tierra, y sobre todo animal que se desplaza sobre la tierra'. Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Dios los bendijo y les dijo: 'Sed fecundos y multiplicaos. Llenad la tierra; sojuzgadla y tened dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se desplazan sobre la tierra" (Génesis 1:26-28).
¡Este es el altísimo y excelente Propósito para el que Dios nos creó y diseñó! ¡Este es el sentido de la vida humana!
Y para que el Hombre pudiera entrar en este compañerismo con Dios, en esta alianza de amor, Dios le dio libre albedrío, ‘a su imagen y semejanza’. Pero no una libertad absoluta, que sólo pertenece a Dios: el ser humano no tiene potestad para crearse a sí mismo, ni asignarse un propósito o finalidad; sino una libertad ‘relativa’, es decir, que está ‘en relación’ al Propósito para el que fue concedida; y una libertad ‘responsable’, es decir, ha de ‘responder’ de sí misma ante el Creador. Al aceptar el Plan de Dios, la libertad humana se realiza a sí misma, al alcanzar el propósito para el que fue dada. De otro modo se frustra a sí misma, yerra el blanco para el que fue dada. Eso es lo que significa la palabra ‘pecado’: ‘errar el blanco’...
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