7. TU RESPUESTA
- P.F. Obed
- Apr 1, 2020
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Updated: Apr 18, 2020
Una vez que hemos oído y entendido el Evangelio de Dios, ¿cuál es la respuesta que Dios espera de nosotros para concedernos la salvación que Cristo ha logrado para nosotros, y que nos hace aptos para entrar en Su Reino?

¿Habrá que buscar la intercesión de la virgen María o de los santos? La Escritura no lo enseña en ningún lugar, más bien prohíbe orar a nadie que no sea Dios mismo. Y dice:
"Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien se dio a sí mismo en rescate por todos..." (1ª carta a Timoteo 2:5-6).
"Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos de los Apóstoles 4:12).
¿Habrá que esforzarse durante mucho tiempo para portarse bien y llegar a ser suficientemente bueno delante de Dios? ¿habrá que hacer méritos, muchas buenas obras, para ganarse el favor de Dios? ¿habrá que hacer muchos rezos y asistir a muchas ceremonias religiosas? ¿habrá que peregrinar descalzo a algún santuario?
¡Nada de todo eso! ¡Dios mira el corazón, la realidad de nuestra vida! Y la Escritura enseña claramente que la salvación es un don, un regalo (gracia) de Dios que hemos de "recibir" por medio de la fe:
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Carta a los efesios 2:8-10).
Las obras son importantes, pero estas son el fruto de la salvación recibida por fe. Son "obras de fe". Porque sin fe son "obras muertas", "...Pues todo lo que no proviene de fe es pecado" (Carta a los romanos 14:23).
Desde que Jesucristo envió a sus discípulos por todo el mundo a anunciar estos hechos, Dios manda a todos los hombres que se arrepientan de su rebeldía y sus pecados y crean estas Buenas Noticias para recibir su rica y gran salvación, que nos reconcilia con Dios, nos libra del juicio venidero y nos hace aptos para entrar en Su Reino.
Escuchemos directamente a Jesús y sus apóstoles:
"... Jesús vino a Galilea predicando el evangelio de Dios, y diciendo: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepentíos y creed en el evangelio!" (Marcos 1:14-15).
Y después de resucitar les dijo a sus discípulos:
"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que cree y es bautizado será salvo; pero el que no cree será condenado" (Marcos 16:15-16).
El día que Jesús derramó desde el cielo Su Espíritu sobre sus discípulos y nació la Iglesia (Pentecostés), los apóstoles de Jesús, por boca de Pedro, anunciaron el Evangelio a los judíos que estaban en Jerusalén para la fiesta:
"Entonces, cuando oyeron esto, se afligieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: —Hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: —Arrepentíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para vosotros, para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para todos cuantos el Señor nuestro Dios llame. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba diciendo: —¡Sed salvos de esta perversa generación! Así que los que recibieron su palabra fueron bautizados, y fueron añadidas en aquel día como tres mil personas" (Hechos de los Apóstoles 2:37-38).
Más tarde, se cuenta de otro discípulo de Jesús, Felipe:
"Pero cuando creyeron a Felipe mientras anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres (...) Los apóstoles que estaban en Jerusalén, al oír que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan, los cuales descendieron y oraron por los samaritanos para que recibieran el Espíritu Santo. Porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos el Espíritu Santo; solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo" (Hechos de los Apóstoles 8:12-17).
Y la práctica y enseñanza del apóstol Pablo era así:
"Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa. Y muchos de los corintios que oían, creían y eran bautizados" (Hechos de los Apóstoles 18:8).
"... Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y si crees en tu corazón que Dios le levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se hace confesión para salvación. Porque la Escritura dice: Todo aquel que cree en él no será avergonzado. Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos es rico para con todos los que le invocan. Porque todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo" (Carta a los romanos 10:8-13).
A la luz de estos y otros pasajes similares, vemos que la respuesta que Dios espera cuando hemos oído el Evangelio es que lo recibamos, lo cual se expresa en varios actos de obediencia:
arrepentimiento
fe
bautismo en agua
bautismo en el Espíritu por la imposición de manos
El arrepentimiento y la fe.
En cuanto al arrepentimiento, la Escritura usa dos términos relacionados:
- 'metanoeo', que significa cambiar totalmente la manera de pensar, y se suele traducir como "arrepentimiento".
- 'epistrofe', que significa volverse, dar media vuelta, para caminar en la dirección opuesta, y se traduce "conversión".
Lo que Dios espera de todo aquel que oye el Evangelio es que, a la luz de semejantes noticias, acepte un cambio radical en toda su manera de pensar y de vivir.
En cuanto a la fe, se trata no sólo de creer que Dios existe, sino de creerle, creer que es veraz, que es digno de confianza, que su Palabra es verdadera. La fe es aceptar, recibir, y permite que todas las realidades proclamadas por el Evangelio se hagan efectivas para el creyente:
"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Carta a los hebreos 11:1).
Así pues, Dios espera que cada uno reconozca todos sus pecados y que se los confiese a Dios: que llame "pecado" a lo que Él llama "pecado", que condene los pecados en su vida como Él los condena, y que determine en su corazón abandonarlos:
- Idolatría,
es decir, dar a otras personas o cosas la primacía y adoración que sólo corresponde a Dios, y rendirles culto: dioses falsos, santos y vírgenes, entretenimiento, trabajo, dinero, fama, poder, sexo, uno mismo..;
- Usar el Nombre de Dios en vano,
sin reverencia ni respeto, sin honrarlo; blasfemar (injuriar) en contra de Él, hablar mal de él;
- Deshonrar a los padres,
desobedecerlos o no sujetarse a ellos mientras estamos bajo su autoridad;
- El homicidio, el aborto, el odio, el rencor, la venganza, las peleas, el insulto, la injuria, el falso testimonio o calumnia..;
- El robo, la estafa, el fraude, la mentira, el engaño..;
- El adulterio, la fornicación
(cualquier ejercicio del sexo fuera del pacto de amor matrimonial), los malos pensamientos, las perversiones sexuales (homosexualismo, lesbianismo, transexualismo, bestialismo...);
- La codicia, la avaricia, la envidia...
- Las diversas prácticas relacionadas con el ocultismo
(contacto con las fuerzas sobrenaturales oscuras) y las religiones orientales: horóscopo, tarot, curanderos, yoga, reiki y cualquier forma de medicina o psicología de la Nueva Era, magia de cualquier color, adivinación, videncia, meditación trascendental, astrología, viajes astrales, meditación trascendental, contactos angelicales, hipnosis, dones paranormales, ouija, amuletos, espiritismo, masonería, brujería/hechicería, satanismo...
En resumen, toda transgresión de la Ley de Dios, toda desobediencia y rebelión n contra el Creador, toda falta de amor al Creador y al prójimo.
Dios espera que cada uno abandone su antigua manera de pensar para creer a Dios, para creer Su Evangelio, todas estas Buenas Noticias que hemos presentado aquí. Y como consecuencia de lo anterior, Dios espera que dé media vuelta y abandone su antigua manera de vivir rebelde y desobediente para someterse a partir de ese momento al gobierno de Jesús como su Rey y su Señor.
Es necesaria una fe real, viva, "creer de corazón", lo cual se manifestará naturalmente en el "confesar con la boca" a Jesús como el Salvador y el Señor.
Bautismos
"Bautismo" significa "inmersión", "sumergirse en".
"Respondió Jesús y le dijo: —De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: —¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Respondió Jesús: —De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es" (Evangelio de Juan 3:3-5).
Bautismo en agua
Dios ha dispuesto que todo el que crea el Evangelio sea sumergido en agua para que, por medio de la fe, sea unido a Cristo en su muerte y resurrección. Al ser sumergido en el agua, el creyente es sumergido en la muerte de Cristo, de modo que su viejo hombre es sepultado en las aguas purificadoras. Al salir del agua, el creyente es renace como una nueva creación en Cristo, participa de la vida resucitada de Cristo:
"¿Ignoráis que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Pues, por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque así como hemos sido injertados con él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la semejanza de su resurrección" (Carta a los romanos 6:3-5).
El agua por sí sola no tiene ningún poder. La eficacia de este mandato de Jesús está en la fe de la persona bautizada en las realidades espirituales representadas. El orden en toda la Escritura es claro:
Creer después de oír, tener una fe personal,
Bautizarse.
Por tanto, el bautismo de niños que todavía no han alcanzado el uso de razón, que no pueden "oír, comprender y creer" el Evangelio, no es válido. Esta es una de las cosas que han sido trastornadas a lo largo de la historia de la Cristiandad, con consecuencias funestas, pues no todos los que vienen siendo llamados 'cristianos' han nacido verdaderamente de nuevo, y la Iglesia dio paso a la 'Cristiandad', que incluye verdaderos y falsos cristianos.
Bautismo en el Espíritu.
Juan el Bautista, preparando el camino a Jesús el Mesías, decía:
"Yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo" (Evangelio según Marcos 1:8).
Y Jesús, después de resucitar, instruía así a sus discípulos:
"Y estando juntos, les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino que esperasen el cumplimiento de la promesa del Padre, 'de la cual me oísteis hablar; porque Juan, a la verdad, bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo después de no muchos días' (...) recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra" (Hechos de los Apóstoles 1:4-8).
"He aquí yo enviaré el cumplimiento de la promesa de mi Padre sobre vosotros. Pero quedaos vosotros en la ciudad hasta que seáis investidos del poder de lo alto" (Evangelio según Lucas 24:49).
Este bautismo en el Espíritu se recibe por medio de la imposición de manos sobre la cabeza del bautizado. Significa que el bautizado acepta colocarse bajo la autoridad del Señor Jesús como Cabeza de Su Cuerpo, que es la Iglesia, y así participa del Espíritu de Cristo. Por eso, el bautismo en el Espíritu es simultáneamente "bautismo en el Cuerpo de Cristo", es decir, el creyente es sumergido, introducido en el Cuerpo de Cristo, quedando unido así orgánicamente a Cristo la Cabeza y a los demás creyentes como miembros del único Cuerpo de Cristo. "Orgánicamente" significa “en una unión viviente”. Jesús ilustró este tipo de unión orgánica hablando de la vid y los sarmientos:
"Yo soy la vid, vosotros los sarmientos..." (Juan 15:5).
La Iglesia de Jesucristo no es un club al que uno se apunta, ni una organización a la que uno se adscribe, ni una institución en la que uno se registra. Es un organismo viviente en el que uno es injertado sobrenaturalmente por el Espíritu:
"Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu" (1ª carta a los corintios 12:12-13).
El don del Espíritu tiene dos aspectos complementarios: envuelve al creyente por fuera (bautizados), y lo llena por dentro (beber). Por la fe en Cristo "bebemos" al Espíritu para que more en nosotros de manera permanente; y también nos "reviste de poder" para ser testigos valientes de Cristo ante el sistema maligno de este mundo.
Todos estos aspectos de la respuesta que Dios espera de todos los hombres son confirmados por la Carta a los hebreos, donde se les llama "las doctrinas elementales de Cristo", y "el fundamento" sobre el que comienza a edificarse la vida cristiana:
"Por tanto, dejando las doctrinas elementales de Cristo, sigamos adelante hasta la madurez, sin poner de nuevo el fundamento del
(1) arrepentimiento de obras muertas, de
(2) la fe en Dios, de
(3) la doctrina de bautismos, de
(4) la imposición de manos, de
(5) la resurrección de los muertos y del
(6) juicio eterno" (Hebreos 6:1-2).
Anteriormente ya hemos presentado las doctrinas fundamentales acerca de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y ahora hemos completado estas doctrinas elementales con las cuatro primeras, en cuyo centro se encuentra la fe. Todos estos aspectos forman una unidad, pero el núcleo principal, el alma de todos ellos, es la fe, porque "sin fe es imposible agradar a Dios" (Carta a los hebreos 11:6). Lo demás es la fe viva obedeciendo, la fe en acción.
Esto es sólo el principio del Camino del Señor, que se extiende hasta la eternidad:
"Pero la senda de los justos es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que es pleno día" (Proverbios 4:18).
La salvación ganada por Cristo, que nos hace aptos para entrar en el Reino de los Cielos, es integral, tan grande que sólo por etapas nos la podemos apropiar y disfrutar. Estos son los pasos requeridos por Dios para recibir la salvación inicial, la cual introduce en un proceso hacia la madurez la salvación completa dispuesta por Dios:
"Más bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio ni oído oyó, que ni han surgido en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman" (1ª carta a los corintios)
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